Amanecistas huérfanos
La muerte del director de cine Jose Luis Cuerda acaba de sorprendernos. Antes de la reflexión por tanto, la emoción, o mejor dicho, el recuerdo de las emociones que nos han dejado sus películas. Seguramente no le gustaría, como a ningún creador, que su carrera se viera reducida a un único trabajo, pero es un riesgo que compensa con creces si de lo que hablamos es de Amanece que no es poco. Estrenada a comienzos de 1989, en una sociedad muy diferente a la actual en algunas cuestiones aunque en otras no ha cambiado tanto, se ha definido varias veces como obra maestra del humor absurdo contemporáneo, culminación de la mejor línea de tradición del surrealismo ibérico etc etc. Todo ello y mucho más, pero ¿quién nos ampara? Nadie, sólo nos queda el sinfín de recursos que deja una película magistral que abrió un género definido como “amanecismo” y una legión de “amanecistas”, frikes que se saben trozos del guión a dedillo, y cuentan anécdotas del rodaje sin parar y sin dejar meter baza a nadie en la conversación, entre los cuales me encuentro.
Además de los elementos estéticos
y propiamente cinematográficos, de los que hoy se hablará largo y tendido, la
película ha demostrado una enorme capacidad de conexión con el público de
distintas generaciones. Algo que solo se consigue porque logra representar en
menos de dos horas, la tragedia española de forma cómica y global. Todos los
actores de nuestra reciente historia están prácticamente ahí, de forma
individual o coral, presentando un retablo que mezcla la historia sagrada y la
profana, verbo y carne, podríamos decir, de las costumbres y de la cultura
española. Es difícil encontrar un mejor ejemplo de cómo era la vida en
cualquier pueblo durante el franquismo y de su pervivencia sociológica
posterior. Envuelto en el manto de una reflexión profunda, los diálogos
mostraban con extraordinaria agudeza, en lo que había quedado reducida esa
unidad de destino en lo universal. Cuerda narraba así, sin dolor, casi como un
sueño, un pueblo en el que todo el mundo ocupaba su lugar y nunca, o casi
nunca, pasaba nada. Esa función pedagógica del cine, transmitida por un
magnifico elenco de actores, terminaba de dotar de un significado hondo y
particular, a una película originariamente cómica. Cuerda ha demostrado que ni
el humor absurdo ni el surrealismo son incompatibles con una historia social del cine. Los guiños a Bienvenido Mr Marshall o a La Vaquilla, centrada en plena guerra
civil, lo dejan de manifiesto pero también las alusiones a la literatura
universal, con Faulkner a la cabeza, y muchas otras más. Amanece que no es poco, por último, sobrevive como la gran crítica a
la crítica, mofándose de todo aquello que no sabe reírse de sí mismo envuelto
en academicismos, formalismos y otros
ismos, incapaz por siempre de separar lo “contingente” de lo “necesario”.
Gutmaro Gomez Bravo,
Publicado EL Obrero 4/4/2020
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