domingo, 9 de febrero de 2020

Los servicios de información de Franco en la Guerra Civil 7/2/2020


Los servicios de Información de Franco en la Guerra Civil


La población se convierte en objetivo prioritario desde el comienzo de la guerra civil. Ya en los preparativos del golpe, el General Mola contempla una acción de “extrema contundencia” para asegurar el triunfo de la sublevación. Las medidas se modifican a medida que el conflicto cobra fuerza y los frentes se estabilizan. El 24 de octubre de 1936, el Cuartel General de Salamanca autoriza las operaciones aéreas sobre el centro de Madrid. Va a dar comienzo el primer bombardeo de una población civil en la historia. La tarde del 6 de noviembre, las tropas de Varela llegan al Cerro de los Ángeles y amenazan por radio con represalias si la ciudad no se rinde. El miedo se extiende con rapidez. Los aviones de reconocimiento advierten que las “las calles de Madrid están vacías”. El 8 de noviembre alcanzan los objetivos señalados sobre la Casa de Campo, la orilla derecha del Manzanares, el Puente de Segovia y la Estación del Norte. Los bombardeos masivos sobre el casco urbano se suceden a diario, con especial intensidad el del día 19 de noviembre, destinado, según el propio General Kindelán a “provocar un gran efecto moral en Madrid, centro vital del enemigo, poniendo un gran número de aviones a las horas de funcionamiento de las oficinas y de mayor circulación en la calle”.   A pesar de su intensidad, la ofensiva terrestre sobre Madrid queda paralizada; las operaciones con bombas de 500 kg para abrir brecha en el entramado urbano se detienen. El fracaso del plan inicial del golpe, el deterioro de la imagen internacional y los fallos en la obtención y la transmisión de la información, provocan un importante cambio en la estrategia del Ejército franquista. La guerra entra en una nueva dimensión, la de la ocupación del territorio, en la que la victoria militar se muestra inseparable de la eliminación de las bases sociales del enemigo.


La Sección de Información del Cuartel General comienza a emitir entonces una serie de instrucciones reservadas, destinadas a coordinar la ocupación de localidades y el control de sus habitantes. El 6 de diciembre de 1936 señala que “los pueblos cercanos a la primera línea, especialmente los que han sido rojos y pasan a ser ocupados por nosotros, deben ser objeto de una vigilancia especial, lo mismo de hombres que mujeres y niños. Se trata de potenciar las tareas de investigación a través de las dos grandes redes de policía secreta que ya funcionan pero que no están conectadas: las de las Grandes Unidades en el frente y las de los Gobiernos Militares en la retaguardia. El Ejército del Centro es el encargado de concentrar ambas en el Servicio de Información Militar (SIM), que a su vez se divide en cuatro secciones:

1ª Espionaje y contraespionaje.
2ª Social política y relaciones con la censura.
3ª Económica, industrial, prensa.
4ª Antiextremismo.

Resultado de imagen de geografia humana de la represion


Las Unidades de Policía Secreta de cada División, compuestas con vecinos de la zona, remiten semanalmente los datos a la sede del SIM en Burgos, donde comienza a organizarse un "fichero de criminalidad" por pueblos y provincias. A  comienzos de 1937, pide directamente esta información a los ayuntamientos próximos al frente del norte: “cada ayuntamiento remitirá el total de los individuos de izquierda que hay en la localidad incluyendo los nacionalistas, con sus nombres, apellidos y número de familia que tiene, así como la edad de esta. El 9 de marzo de 1937, un día después del comienzo de la batalla de Guadalajara, último intento por tomar frontalmente Madrid, el Cuartel General de Salamanca asume todas las funciones policiales, “así como la busca y detención de las personas que por su actuación o ideas deban ser detenidas a los fines de justicia del territorio liberado”. Franco logra así el monopolio total de la violencia y el de la información. Está preparado para ocupar y controlar la zona más industrializada y con mayor densidad de población de toda la Península Ibérica. 


La ofensiva de Vizcaya se inicia de nuevp tras un bombardeo masivo, esta vez el de Durango, seguido de forma inminente por el de Guernica. Además del potencial destructivo y de su impacto psicológico, la principal novedad de la campaña del Norte fue la incorporación de la "información retrospectiva". Destinada a enjuiciar la conducta del individuo y la de su entorno, se estrena en Vizcaya como pieza propia de la Causa General. Pronto se manifiesta la capacidad y operatividad de la Auditoria de Guerra del Ejército de Ocupación para desplegarse con total rapidez en zonas de difícil acceso. El 20 de junio toman Bilbao, abandonado por el Gobierno vasco que se niega a destruir la infraestructura siderúrgica. A finales de agosto hacen lo propio en Santander, precedidos por los servicios de información italianos. Por último, el 20 de octubre de 1937, ocupan Gijón, que ofrece una fuerte resistencia. El gobierno republicano pierde la región más rica y la más poblada de su territorio, el 25 por cien de sus efectivos militares, parte de la aviación y la mitad de sus recursos industriales. Pero la forma de perder ese frente resulta aún más determinante. El Ejército Popular se desmorona y, a pesar de promulgar uno de los primeros decretos que condenan a muerte a los desertores, cerca de 230.000 soldados se evaden o tratan de huir, siendo capturados y reutilizados por el ya denominado Ejército Nacional.

El éxito es rotundo para el Estado Mayor franquista, que muestra no sólo su superioridad militar y logística, sino la mayor cohesión de su retaguardia, capaz de fomentar la desafección y absorber la deserción masiva en el enemigo. A partir de este momento no deja de incrementar con personal y recursos los servicios encargados del orden público. La experiencia del norte supuso además un importante salto cualitativo: la utilización de la documentación con fines represivos. Al día siguiente del Decreto de Unificación de Milicias, el 19 abril de 1937, el Cuartel del Generalísimo hace pública la existencia de una oficina "para contrarrestar la propaganda y la influencia comunista en España". Se trata de la Oficina de Información y Propaganda Antimarxista (OIPA), incrustada literalmente en las secciones de información de las Grandes Unidades de tierra desplegadas en la franja cantábrica. Nada más entrar en una localidad, registran tanto organismos oficiales como domicilios particulares. Y tras incautar toda la documentación hallada en ellos, la trasladan en camiones a Salamanca, donde comienzan a clasificarla y se archiva hasta hoy. Para Marcelino Ulibarri, su máximo responsable, este procedimiento hace posible el objetivo político y propagandístico de arrebatar una ciudad al enemigo, garantiza la rapidez en la obtención de información de interés militar para seguir avanzando, al tiempo que permite "obtener documentación para la exigencia de responsabilidades a la población civil.” El espacio para la represión sigue ampliándose y adquiere carácter legal dentro de las instituciones del Nuevo Estado.


 En noviembre de 1937 el SIM se transforma en el Servicio de Información y Policía Militar, Su director, el Coronel Ungría, dispone un nuevo elemento sobre el terreno: la denominada “policía militar de zona”. Más que de un cuerpo o unidad, se trata en realidad, de una red conjunta de información, vigilancia y control de la población de las "zonas de vanguardia", que se conectan a través de enlaces y sectores de 30 kilómetros. Cada sector está dirigido por un Comandante del Ejército o un Capitán de la Guardia Civil, que tiene a su cargo varios grupos de agentes, civiles y militares. Según el propio Ungría, debía tratarse de "una red tupida de personas seguras escogidas entre los naturales del país, en las que recaerá el servicio de vigilancia, seguridad y de orden público". Su objetivo era elaborar y facilitar datos de población para lo que debían utilizar dos modelos o fichas de clasificación, aprobadas por el Cuartel General el 18 de mayo de 1938.


La ocupación de Cataluña no sólo anticipa el fin de la guerra, muestra la vocación, el carácter oficial, estatal y permanente de los aparatos de campaña franquistas. Durante los meses que se prolonga la batalla del Ebro, todos los servicios implicados en la ocupación y el control de la población civil, (Información, Recuperación de Documentos, Jefaturas de Orden Público, Fronteras etc), se coordinan con la Auditoria de Guerra para la consecución de la “rendición y la entrada ordenada en las ciudades”. Se reparten todas las esferas de influencia y los organismos públicos ya existentes amplían sus atribuciones sobre la denominada “población desafecta”. En mayo de 1938, por ejemplo, se ultima el sistema penitenciario en torno a la Redención de Penas por el Trabajo. Igualmente, se amplía la estructura de la Inspección Central de Campos de Concentración, que en octubre tiene ya clasificados a 110.000 prisioneros de guerra. A comienzos de diciembre, por último, se desata la ofensiva final de Cataluña.  

El día 20, el Coronel Ungría informa brevemente al General Franco.

"La población civil desea unánimamente la rendición, especialmente la catalana, que espera con impaciencia".

La guerra está ganada y el segundo objetivo, “la justicia”, pasa a primer plano. Arranca una nueva fase de la represión, muy distinta a la desatada en julio de 1936. Sistemática y selectiva a la vez, se destina sobre todo a consolidar la dictadura, por lo que se prolonga mucha más allá del fin de la guerra. La lógica de la ocupación, que exige el control total del territorio y la depuración del enemigo interno, se extiende sobre dos grandes contingentes de población: las ciudades republicanas y los prisioneros de guerra. El volumen generado por sus fichas, informes y denuncias es tal, que prácticamente todos los Consejos de Guerra han de celebrarse por procedimiento urgente o sumarísimo, sin apenas formalismos legales, hasta 1948, año en que se mantiene en vigor el estado de guerra.  Todos los organismos de ocupación emiten “información sobre criminalidad roja” hasta fechas muy tardías. Recuperación de Documentos, por ejemplo, no da por terminada la clasificación de los papeles incautados en el puerto de Alicante hasta 1944.  El SIMP, por su parte, no se desmoviliza plenamente hasta 1941, separando de nuevo sus dos grandes esferas, la policial y la militar. Su máximo apogeo se produce entre enero y septiembre de 1939, tiempo en que Ungría es simultáneamente jefe del Servicio Nacional de Seguridad y dirige el SIPM. Nueve meses en los que se completa la ocupación, así como la sustitución y el despliegue de las nuevas redes de información en todo el territorio nacional.


El estallido de la II Guerra Mundial provoca un cambio en el control de los servicios de información españoles. El 23 de septiembre de 1939 la Jefatura Nacional de Seguridad recupera la denominación de Dirección General de Seguridad y se integra dentro del Ministerio de Gobernación con Ramón Serrano Súñer a la cabeza.  Retoma su denominación y su papel como policía política, aunque su estructura, el personal y buena parte de sus funciones siguen siendo las propias del SIPM que se desdobla definitivamente. De nuevo mediante instrucción reservada, el Alto Estado Mayor ordena a todas sus Secciones de Información que deriven su personal militar al Ministerio del Ejército; el civil pasa a la DGS junto con las fichas de población de cada zona. Los servicios de información judicial que trabajan con los organismos encargados de la represión republicana, como el Juzgado de Contraespionaje o la propia Auditoria de Guerra, también pasan con sus archivos en pleno a la DGS. Su presencia y continuidad al frente de la policía y de la administración de justicia queda así garantizada. En abril de 1940, solo en la Primera Región Militar, la del Centro, han clasificado cinco toneladas de papel de los 141.584 expedientes revisados. Con ellos se han confeccionado medio millón de fichas policiales. Cuatro años más tarde, tras dar por terminada la clasificación de la documentación de Alicante, el Servicio Nacional de Recuperación de Documentos posee más de tres millones de fichas. La policía gubernativa tiene a su alcance un fichero de antecedentes destacado por todos los servicios de información extranjeros, desde los alemanes a los británicos. Sus máximos responsables fueron siempre militares profesionales y su núcleo organizativo básico las brigadas. La más activa en materia de orden público, la Brigada Político Social, constituyó el instrumento principal, junto con los servicios de inteligencia militar de los que procedía, para la política "preventiva" del Estado, motivo por el que cobró una fuerza extraordinaria durante todo el franquismo.


Gutmaro Gómez Bravo. U. Complutense.

Publicado originalmente en La Aventura de la Historia, 17/12/2019



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